Mi niña sabia, mi bebe hermosa,
Hoy quiero escribirte desde ese lugar profundo y sagrado que compartimos, ese que va más allá de las palabras y que solo se revela cuando el alma está lista para recordar.
Puede que un día —ojalá no, pero si llega, que esta carta te abrace— te sientas perdida, confundida, dudando de quién eres. Tal vez sientas que te alejaste tanto de ti misma por intentar encajar, complacer o sobrevivir, que ya no recuerdas cómo se sentía ser tú. Tal vez te preguntes si es egoísta cuidarte, si es válido hacer espacio para tus sueños, si tu voz tiene lugar en este mundo.
Y ahí, justo ahí, quiero que recuerdes esto:
Dentro de ti hay una voz. Suave, callada, firme. Esa voz eres tú.
No la que aprendió a callar para no incomodar. No la que repite miedos que no son suyos. Sino la que susurra verdades con amor y sin juicio. Tu voz interior. Tu alma hablando.
Reconocerla, amor mío, es como volver a casa después de haberte extraviado. No se trata de magia, ni de tener todas las respuestas, sino de algo mucho más real y sagrado: volver a ti. A lo que sientes. A lo que se enciende en tu pecho cuando algo es verdadero.
La intuición no grita. No impone.
No da miedo.
Solo guía, sostiene y revela.
Es Dios hablándote desde adentro. Es tu alma recordándote tu propósito. Es la ternura con la que el universo te toma de la mano.
A veces, cuando la mente está llena de ruido, cuesta distinguirla. El miedo se disfraza de lógica. La costumbre de sobrevivir se confunde con el deber. Pero cuando aprendes a quedarte contigo misma, en silencio, esa voz aparece. En sueños. En símbolos. En un “sí” suave que te vibra en el pecho. En una certeza sin explicación.
¿Sabes qué me ayudó a entender esto? (tiene muchos nombres, pero si lo analizas es lo mismo)
La Biblia dice que el Espíritu Santo nos habla con amor, poder y dominio propio. No con confusión. Jesús decía: “Mis ovejas oyen mi voz.” Esa voz es paz, no miedo.
Desde la Cábala, aprendí que dentro de cada alma hay una chispa divina —el Neshamá—, y que el susurro de Dios (el Ruaj Hakodesh) vive en nosotras.
Jung lo llamaba el Sí-mismo: ese centro profundo donde habita tu verdad entera, tu sombra y tu luz abrazadas.
Incluso la ciencia lo confirma: cuando escuchamos con miedo, es el cerebro en modo alerta el que responde. Pero cuando estamos en calma, la sabiduría se activa, y podemos conectar con algo más grande.
Mi amor, tu intuición es real. Es sagrada.
Y está en ti. Siempre ha estado.
Tal vez la sientas al escribir, al danzar, al orar, al tocar la tierra con los pies descalzos o al mirar las estrellas. Tal vez al leer esto. Lo importante es que la escuches. Porque cuando lo haces, no estás sola: estás guiada. Saca toda la energía negativa, el ejercicio es una buena opción para eso, y luego, encuentra tu forma de conectar con tu intuición.
Amor, cuando te sientas confundida o sola, detente. Respira.
Vuelve al cuerpo.
Pregúntate: ¿Esto me da paz o me roba la calma?
Confía en lo que responde desde dentro.
Ahí está Dios. Ahí estás tú. Ahí estoy yo, amándote, incluso en el silencio.
Tu alma sabe, mi bebé. Siempre supo.
Con amor infinito,
Mamá