Esta carta la escribí para mí misma, luego de más de una decada de abandonar la escritura. La comencé a escribir cuando me sentía perdida, en esas ocasiones en las que pensaba que no importa con quién hablara, nadie podría comprender por lo que estaba pasando o lo que estaba sintiendo; y mucho tiempo después la retomo para terminarla y enviártela... quizá lo que está escrito te pueda servir.
¿Alguna vez pensaste en el verdadero propósito de escribir?
Pienso que va mucho más allá de poder comunicarse, ya que el proceso de escritura es un poco más complejo que el de hablar, o incluso que teclear.
Cuando escribes sobre un papel, primero tienes que revisar tus pensamientos, pensar en lo que quieres transmitir y en la forma en la cual vas a hacerlo; porque aunque en la escritura no se alcanzan a percibir los gestos o el tono de voz con los que se podría reconocer la emoción que se tiene en ese instante, las palabras escogidas, sumadas al trazo de la tinta sobre el papel y la intensidad/presión/fuerza que se empleó al escribir, puede decir mucho.
A lo que quiero llegar, es que, todo puede leerse, lo que tú menos piensas; y sobre todo en una carta, donde, obviamente, no solamente las letras se pueden leer.
La escritura es un sistema de representación gráfica que sirve no solo para comunicar, sino para organizar y materializar ideas, pero lo que más me gusta de la escritura, es esa capacidad que tiene para ayudarnos a depurarnos, sacando todo aquello que te satura y puede nublar tus pensamientos.
Porque cuando escribo una carta —aunque sea para alguien más— en realidad me estoy escribiendo a mí. Me estoy diciendo cosas que no sabía que necesitaba escuchar. Me estoy revelando una verdad que estaba oculta, pero que al tocar el papel, se vuelve evidente.
A veces me sorprendo de lo que descubro en medio de una frase inacabada o en una palabra que se repite. A veces me tiembla la mano. A veces aprieto más fuerte el bolígrafo. Y otras veces me detengo… no por no saber qué decir, sino porque por fin lo entendí.
Escribir, no solo una carta, sino sentarse a escribir en tu diario, es en cierto modo, desnudarse sin miedo. Es dejar un rastro honesto de lo que fui en ese momento. Es darme permiso para ser vulnerable, para soltar el control, para mirar de frente lo que a veces no me animo a nombrar.
Por eso escribo. Porque hay cosas que solo me atrevo a sentir cuando las veo escritas. Porque cuando escribo, me acompaño. Me doy refugio. Me abrazo.
Y quizás, lo más importante, es que me escucho, y ese el inicio del proceso de autocomprensión para poder tomar la decisión correcta.
Porque al final del día, el acto de escribir no es solo para que el otro te entienda…
Es algo que ayuda a poder entenderte tú.